Foodies on Menorca
Hay gestos que definen a una comunidad mucho más que un eslogan turístico o una campaña institucional. En Menorca, uno de esos gestos es sentarse a la mesa para compartir lo que la tierra y su gente han sabido producir con paciencia, sabiduría y respeto. Las jornadas gastronómicas de la Ternera Roja de Menorca, que regresan este octubre, son uno de esos momentos en los que el territorio se reconoce a sí mismo. Y no solo a través del gusto, sino también de la conciencia de que lo que nos alimenta nos define.
Estas jornadas, que alcanzan ya su séptima edición, son mucho más que una celebración gastronómica. Son una declaración de principios: la demostración de que la Menorca del futuro debe apostar sin complejos por su campo, sus productos y su gente. Que consumir lo propio no es un ejercicio de nostalgia, sino un acto de responsabilidad y de modernidad.
La vaca roja menorquina es un patrimonio vivo. Criada en libertad y alimentada con los pastos que el viento de tramontana acaricia con sales marinas, es el reflejo perfecto de lo que significa esta isla: resistencia, equilibrio y autenticidad. Su carne, valorada por los expertos como una de las mejores de Europa, es fruto de un ecosistema que combina naturaleza y oficio, paisaje y cultura.
Como ocurre con tantas cosas nuestras, a menudo necesitamos que vengan de fuera para recordarnos lo que tenemos. Por eso estas jornadas son tan importantes: porque nos obligan a mirar hacia dentro y a valorar un producto que no solo alimenta, sino que mantiene vivo un modelo económico y social sostenible. Detrás de cada corte de carne hay una finca, una familia, unas manos que trabajan la tierra y un saber que no se improvisa.
El mérito de las jornadas no es solo gastronómico, sino también estratégico. Menorca, como todas las islas, sufre la tiranía de la temporalidad turística. Apostar por la gastronomía como motor de desestacionalización es una vía inteligente y natural: no hay mejor momento que octubre para descubrir la isla con calma, disfrutar de su luz más suave y saborear su cocina más sincera.
Estas jornadas atraen a otro tipo de visitante —más respetuoso, más interesado en la cultura y el territorio— y ofrecen a los menorquines un motivo de encuentro y orgullo compartido. Menorca no necesita inventar grandes eventos artificiales para mantenerse viva en otoño; le basta con poner en valor lo que ya tiene. La Ternera Roja de Menorca es un ejemplo perfecto.
La globalización ha traído muchas cosas buenas, pero también ha diluido identidades. Cuando todo parece igual en todas partes, lo que nos distingue adquiere un valor incalculable. Apostar por el producto local no es cerrarse al mundo, sino abrirse a él desde la singularidad.
Estas jornadas no serían posibles sin la implicación de ganaderos, cocineros, instituciones y consumidores. Cada vez que alguien elige carne menorquina, invierte en el futuro de la isla. Menorca no debe competir por ser más grande, sino por ser más auténtica. Y eso empieza, como siempre, en la mesa.
Foodies on Menorca
Foodies on Menorca
Foodies on Menorca
Foodies on Menorca