Higos chumbos
Figues de moro. Foto: Bep Al·lès©

Josep Portella Coll/Alaior – Llegan los días de las granadas, los membrillos, los jinjols y los higos chumbos. Todas son frutas humildes, la mayoría de las cuales se pierden por el camino. El otro día vi una noticia de un grupo de voluntarios de la Isla del Rey que habían llevado un cargamento de higos chumbos a la fábrica Xoriguer para su transformación en bebida alcohólica.

Como ya saben, existen dos tipos de higos: los de cristiano y los chumbos, llamados de moro en Menorca. La misma terminología antigua nos indica cuáles eran las que nuestros abuelos consideraban buenos y cuáles eran considerados malos o de menor calidad. Los higos cristianos eran más variados; había y hay, parajales, catalanes, cuello de dama y cuello fraile, etc. La denominación “higo de moro” no es exclusiva de Menorca, ya que se conocen así en toda el área lingüística catalana. ¿Sabéis que en el Rosellón eran conocidas como “higo de Mahón”?

He buscado y he encontrado que son originarias de México, concretamente de los desiertos del norte de México. En el día, están distribuidas por todo el mediterráneo, tanto en el norte como en el sur. En Menorca, la chumbera es muy común, mucho más que en la Comunidad Valenciana o en Cataluña, donde crece asilvestrada y en cierto modo espontánea.

Recuerdo que cada año, mi padre nos llevaba a casa un cubo, que él mismo pelaba. De hecho, recuerdo haberle visto coger higos chumbos con la mano desnuda. Tenía un callo tan grueso que las puas no le dolían. Con un cuchillo, cortaba las dos coronas y hacía un corte longitudinal en medio, con los dedos separaba la cáscara y quedaba lista para consumir. Mi madre nos tenía que decir que no comiéramos muchas porque causaban dolor de barriga y tapón, y nosotros nos reprimíamos porque nos gustaban mucho, frescos y jugosos.

En todos los lugares había un higueral. Las higueras cristianas estaban esparcidas por las vallas, protegidas por un cercado circular de pared seca, pero las de moro solían estar reunidas en un higueral cerca de sus casas.

Recuerdo especialmente las de Sona Marineta, propiedad del pintor Bernat Benejam, donde trabajamos algunos veranos. Recuerdo al payés Colau, madona y dos hijas. El higueral estaba detrás de la casas del predio, un paraíso de arañas y salamanquesas, donde era fácil llenar una cesta. Los higos también eran buenos, sacados los huesos, para hacer arrope y jarabe.

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